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GILDARDO CORTÍNEZ, UN LUCHADOR INCANSABLE

Published by viviana under on 19:22

En Fredonia

Entre montañas y valles sembrados con cientos de cafetales, llega la familia Cortínez Guerra al municipio de Fredonia. En 1933 con la esperanza de visualizar un mejor futuro que les permitiera sacar adelante sus sueños y su hogar, se radican en el campo.

Las mulas, el aire puro y los cafetales fueron los compañeros de niñez y posteriormente de trabajo de Gildardo Cortínez Guerra, allí llegó a la edad de un año, sus primeros pasos fueron con vista a la naturaleza, las praderas, eran sus calles, ellas fueron testigo de travesuras y tristezas. Los años para él transcurrieron lentos, ese tiempo que sólo se siente en el campo, el despertar del gallo, la ordeñada de las vacas, las gallinas ponedoras, el canto de los grillos y el trabajo de la tierra.

Aunque la vida era tranquila, la pobreza asomaba la cara en su familia, se vivía humildemente pero con deseos de sacar adelante a los hijos, no obstante intensiones habían de estudiar pero sólo pudo permanecer en los claustros educativos hasta quinto de primaria, pues tuvo que colaborar a su padre, por ser el mayor, en la crianza de sus 9 hermanos. “En Fredonia mi padre tenía unas mulas y yo le ayudaba a buscar el cuido y a arriaras con las cargas para bajar al pueblo” cuenta Gildardo, pero a sus padres, como muchos que esperaron construir el paraíso en el campo, las ilusiones les quedaron cortas y en 1942 con sus pocas pertenencias y eso sí con la conocimientos en labrar la tierra se trasladaron a Medellín.

Del campo a la ciudad

Entonces tuvieron que cambiar su espacio natural por eso que llaman algunos los bosques de cemento, la ciudad. Para un campesino como su padre no fue fácil conseguir un trabajo, pero al que le van a dar le guardar y con ayuda de la rosca política se vinculó en el municipio de Medellín por 5 años, los mismos que se esfumaron rápidamente.

Para los Cortínez estaba destinado cambiarse de vivienda, no les quedó sino traer parte del campo, el conocimiento, a la ciudad. Fue en 1947 cuando se mudaron al municipio de Envigado, en el barrio Alto de las Flores “allí conseguimos una casa con un terreno mas bien grande y nos dedicamos a trabajar la agricultura alrededor de la propiedad que teníamos, trabajábamos mucho para sostener el hogar y yo ayudar a mis padres a levantar los hermanos menores” relata Cortínez

Gildardo Cortínez goza de una excelente memoria, recuerda, especialmente, las fechas de algunas vivencias personales que asocia con acontecimientos históricos paradójicamente coincidentes.” En 1948 estaba trabajando en construcción, el día que mataron a Jorge Eliécer Gaitán yo estaba en el Colegio de la Presentación de Envigado”. Es a partir de esta experiencia laboral en la que Cortínez hijo comienza a desligarse del trabajo familiar para labrarse sus propios caminos. Pasa de Rosellón una empresa de Coltejer ubicada en Envigado a un tejar en el municipio de Sabaneta, en el lapso de un año, hasta que en 1952 logra entrar a Grulla empresa en la que conoció a la madre de sus hijos y en la que terminó su experiencia laboral. Fueron 42 años en los que inicialmente trabajó en la sesión de telas, procesándola para los zapatos, posteriormente le pasaron a trabajar a la sección principal y culminó como troquelador.


Llega el amor

No contento con ayudar a criar sus 9 hermanos de los que en la actualidad viven 8, Cortínez decide formar su propia familia. Mientras habla de ellos, la mirada se le ilumina y no deja de marcársele en su rostro una sonrisa de satisfacción “Yo me conocí con la esposa en Grulla, ella también laboraba allí, pero trabajó muy poco tiempo porque ahí nos conocimos, fuimos novios como 10 o 11 meses y el 25 de abril de 1960 nos casamos, hemos tenido 5 hijos 4 hombres y una mujer; esos 5 hijos en el momento están casados; de los hijos míos la mayor trabaja en Susaeta ediciones, el tercero trabaja en Pavezgo, el cuarto tiene una empresita que se llama Litografía logros limitada en Sabaneta y el quinto trabajó con el hermano en Litografía Logros, pero ahora esta desempleado. Tengo 9 nietos.”

Las anécdotas que más recuerda

Definitivamente el trabajo marcó su vida de manera positiva Gildardo Cortínez guerra es un hombre que disfrutó trabajando y ayudando a la gente. Es un fiel seguidor de los acontecimientos noticiosos, sociales y definitivamente su memoria es brillante.

“Yo trabajé en Grulla 41 años, me destaqué allá como troquelador, recibí un premio del gobierno por calificar las mejores empresas del país, Me llevaron a Bogotá en el gobierno del Doctor Belisario Betancourt Cuartas, Estuvimos en el Palacio Gonzalo Jiménez de Quesada allá fue la premiación de Grulla, estuvimos 3 días en Bogotá.”

Continúa con otra anécdota…

“Yo no puedo olvidar lo que trabajé por la comunidad del alto de las flores de la acción comunal en 1961 realizamos muchas obras de infraestructura, de progreso de esa comunidad. Yo fui co-fundador de la acción comunal, yo fui, co-fundador del alto de las flores que era una finca que llamaba la florida y la convertimos en un barrio”

En la actualidad

Si se mira a través de los ojos de alguien se puede visualizar su interior. Gildardo Cortínez transmite serenidad, y tenacidad a la vez, a pesar de sus años, él con una estatura alrededor 180 se visualiza dinámico, sus pasos no son tan rápidos, sin embargo son firmes, es cierto que las arrugas y las canas llegan con la vejez, pero la energía y la vitalidad son una fuerza interior y Cortínez la trasmite.

No contento con jubilarse y tener la satisfacción de ayudar a construir un barrio y criar dos familias, decide trabajar por la vejez; él con la sabiduría que da la vida y con su disponibilidad se dedica a disfrutar su vejez y a trabajar en pos de los Adultos mayores. “En el momento hago parte del cabildo de adultos mayores de Envigado, soy vicepresidente del mismo cabildo y trabajo principalmente por los adultos mayores; ya nos toca después de la niñez, la juventud y tanto trabajo en la vida dedicarnos por los adultos mayores, pertenezco a Atardeser en el programa gerontológico del municipio”


En Atardeser

Son las 2:00 de la tarde del día miércoles y Gildardo se dispone a la sección de ejercicios en Atardeser, tiene una sudadera gris y una camiseta blanca, luce impecable, la entrenadora del grupo les dirige el calentamiento y él en compañía de más o menos 20 adultos mayores participan activamente de cada indicación, se escucha un comentario jocoso y una gran sonrisa, me mira amablemente y me confirma su entrevista. Tras responderme a una serie de preguntas culminamos con la siguiente

¿Por qué decide ingresar al Hogar Gerontológico Atardeser?

“Yo vine a Atardecer porque después de ser pensionado tenía que buscar seguir siendo activo y precisamente nosotros aquí realizamos programas por grupos, conferencias de salud, actividades de gimnasia y nos mantenemos activos para no estar por ahí viendo paredes en la casa. Debemos buscar la forma de ayudarles a los adultos mayores más necesitados, porque nosotros presentamos proyectos ,a través del cabildo, a la administración municipal, proyectos de salud, de educación, precisamente, tenemos adultos mayores estudiando primaria y bachillerato y eso lo logramos por medio del cabildo, no sin antes recordar que esta sede que se llama Atardeser, es la segunda casa de nosotros los adultos mayores, el cabildo presentó el proyecto de conseguir la sede de la tercera edad y lo logramos con muchas dificultades. Allí participó el consejo de Envigado, la Alcaldía, cuando el doctor Álvaro Velásquez Cano fue alcalde se construyó esta sede y hoy logramos y tenemos un esparcimiento los adultos mayores de Envigado.

Después de hidratarse y respirar profundamente para continuar la conversación, Gildardo Martínez Guerra concluye “Porque el hombre en la vida no puede quedarse aislado del mundo, sino buscar alternativas para que en nuestra actividad de adulto mayor tengamos esparcimiento.”

HAY AMORES QUE CRECEN CON LOS AÑOS

Published by viviana under on 14:05

Las historias de amor se han tejido, a través del tiempo, de acuerdo a los criterios sociales, los intereses familiares, los arrebatos y los encantamientos de dos enamorados flechados por cupido. Amparo Arboleda tuvo una infancia feliz vivió en la ciudad pero en el campo a la vez, su casa era campestre, de esas que no había que preocuparse por el aire puro, el trinar de los pájaros o el ruido de los carros, pues en el marco de la ciudad gozaban de la naturaleza y la tranquilidad.

Ella hija mayor de 8 hermanos tuvo la oportunidad de estudiar, realizó su primaria completa en la escuela Francisco Cristóbal Toro y se le permitió continuar con sus estudios secundarios “en mi época no había un bachillerato completo sino comercial de 4 años, nos enseñaban mecanografía, taquigrafía, contabilidad y de ahí salimos con posibilidades de conseguir empleo. Nunca trabajé porque mi papá era muy cuidadoso de que la mujer saliera a la calle a trabajar a él le gustaba que estudiáramos pero no que trabajáramos”


Y llegó el matrimonio

En su familia se les permitían a hombres y mujeres muchos conocimientos académicos a través la escuela, los valores morales no podían faltar, eran de esos hogares en los que rezaban el rosario juntos, la santa misa era sagrada, eso sí, poca información del amor y de la vida de pareja les compartían sus padres, lo más importante era complacer y obedecer al marido.

Amparo como era tan cohibida para salir no tenía amigas así que no estaba muy enterada de los temas sentimentales, reconoce con un gesto sorpresivo. A ella, luego de terminar con sus estudios no le quedaba más que la casa, la rutina diaria de la casa. En su cabeza estaba el casarse más o menos de 25 años y resultó casándose de 18 “Me casé joven, de 18 años, conocí a mi esposo que venía a ser un trabajador de mi papá, de un momento a otro resultamos comprometidos. En ese tiempo era tan rara la vida, no es como en este tiempo que la gente se enamora. Uno decía sí y tenía que cumplir. El me miraba, pero cosa rara que a mí no me gustaba. Cuando menos pensé le dije que me casaba”

Después de la decisión viene el aterrizaje, el matrimonio despertaba a muchas realidades a las mujeres de su época, estaban como vendadas mientras eran señoritas y de ahí en adelante llegaban no sólo los trabajos de ama de casa sino las maritales, los de esposa, incluso se sentía hasta una terrible soledad. ”Desde el día que yo me casé me pesó, yo vine aterrizar después de los 5 años de casada, porque me parecía tan horrible sentirme tan sola; Él trabajando, yo no tenía amigas, uno no sabía nada de la vida y resulta que uno se casaba por salir de la casa.”

El amor y los hijos

Las mujeres de los años 50 eran de compromisos, cuando asumían responsabilidades eran para cumplirlas, así que después de montarse al tren del matrimonio el viaje había que vivirlo. Por eso a pesar de que Amparo permanecía mucho tiempo sola, pues su esposo trabajaba en San Andrés, ella en Medellín recibía clases de educación de hijos, de drogadicción, manualidades, relaciones humanas, artesanías, flores artificiales, naturales, culinaria, castillaje y decoración de muebles para el hogar. Cuando su esposo venía a si casa la llenaba de detalles, era cariñoso y muy consagrado, así que con el tiempo se fue enamorando de él ” luego llegaron los hijos a los 9 meses y medio llegó el primero, después al año la segunda y así hasta los 31 años que terminé de tener 8 hijos” relata Amparo.

Entonces tuvo con que entretenerse mucho rato, entre el arte de criar los hijos, los cursos complementarios y su pareja con la que vivió 31 años, de sus hijos cuenta con orgullo heredó 25 nietos. “Después que uno se acostumbra al compañero es muy dura la vida cuando se muere y así tenga uno muchos hijos, se siente solo, uno añora tener su compañero hasta que nos separemos en la vez.”

La depresión y la luz, Atardeser

El vacío que deja la muerte del cónyuge, desestabiliza a las parejas y sobretodo cuando esta de por medio toda una historia de convivencia, los hijos, los nietos, los recuerdo. Es común que los adultos mayores que en su vejez pierden a la pareja con la que compartieron su juventud entren en una profunda depresión y se sientan sin norte, perdidos; pero existen centros que permiten el esparcimiento de los abuelos, les reiteran su autonomía y trabajan con ellos por potencializar sus conocimientos y dinamizar su vida. ”Yo me sentía muy deprimida después de la muerte de mi esposo y entonces me consiguieron un puesto aquí y me amaño muchísimo. En Atardeser yo aprendo pintura. Aquí en los grupos formamos una familia, hay muy buenas compañeras. Yo les digo a los Adultos Mayores que esto es los mejor porque cuando uno tiene sus hijos grandes encuentra un refugio aquí, o en cualquier hogar gerontológico encontramos refugio los adultos, amistades de la misma edad y el personal es queridísimo. Después de ocho hijos es necesario descansar entonces entré a pintura no mas para no tener tanto agite. Aparte cada 8 días me voy para una cabaña que tengo en sopretrán, allá me relajo y paso bueno solita. Mi hijo tiene su casa de campo pero cada uno en su cabaña.”

Amparo es una mujer reposada, elegante, siempre dispuesta a conversar. Con una sonrisa alegre y el bolso recostado en su pecho concluye su relato hablando sobre los cambios generacionales “En parte lo veos como bien y mal, pues en los tiempos de nosotros éramos cohibidas y quizás respetábamos al papá y a la mamá con la obediencia ahora las jóvenes hacen lo que quieren. Ellas dicen a qué horas regresa y por donde quieren irse. A nosotras no nos dejaban salir tarde porque el baile tenía muy mala fama: si uno se iba para una fiesta tenía que ser al escondido, tenía que decir mentiras para bobadas: una reunioncita, un diciembre, a oír música hasta sin saber pero el todo era que ellos estuvieran contentos. Hoy en día es mejor la confianza, que los hijos les tengan confianza a los padres para contarles sus cosas. Lo complicado es hay mucha inseguridad aunque la maldad ha existido siempre, Se ve mucha gente entregada al vicio, el alcoholismo por tanta libertad.”
 

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